¿Alguna vez has pensado cómo te sentías el día que compraste tu camisa favorita, o cómo estabas cuando elegiste ese pantalón que nunca estrenaste y que sigue colgado en un rincón de tu clóset con la etiqueta puesta todavía? Tal vez en un caso estabas feliz luego de una victoria en el trabajo, mientras que en el otro acababas de tener una discusión con un amigo o de terminar una relación.
También puedes pensar en tu estado de ánimo cuando hiciste una compra más importante, como una casa o un carro, e incluso cuando se trata de pequeñas decisiones como las compras inofensivas que haces en un día normal. En cualquier caso, confirmarás que detrás de las decisiones financieras hay un elemento esencial para tu vida (y para tu bolsillo): las emociones que, como demostró el psicólogo y Premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, influyen en nuestras decisiones financieras en un 90%, mientras que la lógica solo lo hace en un 10%.
Una persona puede dejarse llevar por la satisfacción repentina, la alegría o el miedo, porque a lo largo de la vida reforzamos las conductas que hemos visto o aprendido desde la infancia. Así como lo escuchas, si fuiste criado con el hábito del ahorro, seguramente tus decisiones serán más cuidadosas que si creciste en un hogar donde ahorrar no era una prioridad. La buena noticia es que puedes reconocer y desaprender esos comportamientos.
Los expertos han podido identificar los dos principales sesgos frente a las finanzas: la aversión a las pérdidas y el comportamiento gregario. En el primer caso, las personas valoran más evitar el riesgo de perder dinero que la posibilidad de generar ganancias; en el segundo escenario, en cambio, las personas toman sus decisiones dejándose influenciar por las acciones de los demás.
Si llegaste a este punto y empezaste a identificar algunas pautas de conducta que has seguido sin darte cuenta, tal vez querrás unas recomendaciones para enfocarte en los hechos y los datos a la hora de manejar tus finanzas.
En primer lugar, recuerda que todo es cuestión de perspectiva y que las emociones son pasajeras, mientras que el impacto de tus decisiones financieras puede ser permanente o al menos más difícil de cambiar. ¿Te ha pasado que ordenas demasiada comida de tu restaurante favorito y luego no sabes qué hacer con todo lo que sobra? Ese es un ejemplo que nos recuerda que la conciencia y la moderación siempre deben estar presentes.
Tómate un momento para revisar tus creencias y costumbres, ya que el temor, la aversión o la ansiedad pueden tener la raíz en tu relación con el dinero. Responder estas preguntas te ayudará en el proceso:
- ¿Cuál es el papel del dinero en tu vida?
- ¿Qué aprendiste de tus padres y familiares sobre el manejo de las finanzas?
- ¿Eres más feliz cuando compras o cuando ahorras?
- ¿Cuál es tu mayor miedo en relación con el dinero?
Entender tu relación con las finanzas te permite tomar conciencia de las emociones para saber desde qué posición estás tomando tus decisiones. Si descubres que tus emociones están determinando la respuesta, haz una pausa y tómate un momento (incluso algunos días) antes de finalizar una compra o hacer un gasto o inversión. Busca la información que te permita cumplir tus objetivos y cuidar tu bolsillo con tranquilidad.
En Banco Atlántida estamos a tu lado para brindarte la asesoría que necesitas y acompañarte en cada decisión con una oferta de productos y servicios que te ayudarán a alcanzar tus metas. Sigue nuestras redes sociales para que recibas información útil que te ayude a mejorar tu vida financiera.